Señor, al encender los cuatro cirios de esta corona, uno cada Domingo de Adviento, pensamos en María, la Madre.
Nadie, como ella, no os esperó con más ansia, con más ternura,con más amor y con más alegría.
Nadie, como ella, no os recibió con el corazón bien abierto y con gran humildad.
Os ofreció con toda sencillez su seno materno para que pudierais nacer y crecer como el grano de trigo lo hace dentro la tierra fecunda.
Sus brazos fueron para Vos la cuna más bella y la que os dio el calor que necesitabais al haceros igual a nosotros.
También nosotros, como María, nos queremos preparar con sencillez, con sinceridad, con el corazón bien abierto, para acogeros y amaros en los hermanos más necesitados. Y lo queremos hacer con fe, en el amor y el camino que vamos haciendo cada día de nuestra vida.
Por eso repetimos una vez más: Ven, Señor, no tardes más. Ven a salvarnos.
Ven a librarnos de todo tipo de violencia, de nuestros egoísmos,de todo tipo de injusticia. Y como María sepamos abrir nuestro corazón a Vos, que sois nuestro Salvador y Redentor.