Dos amigos caminan juntos por una calle. Los rodea el ruido multiforme de la ciudad moderna. Uno es alemán, hijo de la ciudad, Adicto del asfalto y de los útiles informáticos de última generación. El otro es un yogui hindú invitado. Lleva ropa anaranjada y camina con los pies descalzos.
De repente el yogui se detiene, coge por el brazo a su amigo y le dice:
- Escucha, está cantando un pájaro!
- No digas tonterías. Aquí no hay pájaros. No te pares, responde el alemán.
Al cabo de un rato, el yogui disimuladamente deja caer una moneda sobre el pavimento. El amigo alemán se para y le dice:
- Espera. Ha caído algo. Mientras se agacha para recoger la moneda del suelo, el yogui, con una sonrisa, le dice:
- Tus oídos están afinados al dinero, y eso es lo que sienten. Con el sonido mínimo de una moneda reaccionas. Es lo que ven tus ojos y lo que desea tu corazón. En cambio, estás desafinado ante los sonidos de la naturaleza. Estás cerrado a la belleza, a la alegría, a los colores del día y los sonidos del aire. Andas desafinado. El pájaro sí había cantado.
(Del suplemento parroquial Carmen y Mercadal, Girona, 03/06/18)