A las 7 de la tarde:
*Celebración comunitaria de la Penitencia.
*Celebración de la Cena del Señor.
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COMENTARIO:
He aquí su testamento
Hoy es uno de aquellos días que nuestras comunidades, reunidas alrededor del altar, experimentan una sensación especial. Es la emoción de la despedida. Las últimas palabras que se convierten en testamento. La intimidad del cenáculo. Contemplar al Señor lavando los pies de sus discípulos. Percibir como nos ama. Su gesto de servidor, resumen de su vida. La acción de gracias y la entrega de su cuerpo y de su sangre.
El mensaje que nos da es muy claro: que nos amemos como El nos ama, de verdad y con hechos cotidianos de ayuda y servicio. La fuerza para su cumplimiento está en la eucaristía: en el encuentro real con El mismo, que por nosotros se entregó a la muerte y resucitó. Si somos fieles a su mandamiento, El se hace presente nuevamente entre la comunidad que ama. Su luz ilumina dondequiera, su bondad se derrama por todas partes, El Reino avanza, la fuerza del amor vence el pecado y el mal. Su obra continúa en nosotros.
La eucaristía es compromiso. Comulgar significa dejarse guiar por Jesús, ir con Jesús, actuar con Jesús. Unirse a su destino. Morir con El para resucitar con El. Y también quiere decir hacerse presente en cualquier rincón del mundo donde haya personas que sufren, que están solas y desamparadas, enfermas, prisioneras, hambrientas, violadas, perseguidas, desesperadas. Recibir a Cristo es asociarse a su misión, a su presencia dinámica que lucha contra el poder del mal. Es dar la vida propia. Entregarla por El: que nuestro corazón sea su corazón, nuestras manos, sus manos; nuestro pensamiento, el suyo... Que su amor llegue a todos los hombres.