Dios mío,
antes que las preocupaciones del día
se me presenten,
mi pensamiento está Vos.
Gracias por el reposo que me habéis concedido,
por las fuerzas que he recobrado
y que quisiera poner a vuestro servicio
durante toda la jornada.
Mientras aún hay calma por doquiera,
me encuentro muy cerca de Vos, y
en Vós reencuentro a todos los que yo amo,
todos aquellos por quienes trabajaré,
todos aquellos por quienes lucharé,
todos aquellos con quienes colaboraré,
todos aquellos con quienes tendré que enfrentarme,
todos los que, quizás, me harán sufrir.
Guardadlos de cualquier mal.
Me dirijo a Vos con seguridad
al comienzo de esta jornada para mi tan llena de imprevistos.
Pongo en Vos toda mi confianza.
Serviros, pues, de mi para que haga el bien.
Esta jornada es vuestra.
Haced que la pase según vuestra voluntad.
Gracias por este día que se acaba,
gracias por esta noche que comienza.
Hoy los hombres han sufrido;
Señor, dales una ayuda,
disminuye el mal y la tristeza.
Tú que puedes, haz que alguien vaya a su encuentro
y que esta noche les favorezca.
Hoy yo no he sido lo que debiera haber sido.
Hazme mejor, Dios mío:
menos duro con los otros,
más paciente,
más fuerte,
más exigente conmigo,
más veraz mis palabras,
más activo en mis trabajos,
más alegre también,
y que mañana sea más firme que hoy, más grande.
Gracias por este día que se termina,
gracias por esta noche que comienza.