El tono solemne con que comienza el Evangelio nos ayuda a entrar en el ambiente del triduo pascual: celebramos la muerte y la resurrección de Jesús, el paso de este mundo al Padre. El evangelista constata que Jesús siempre ha vivido amando; y ahora invita "a los suyos " a vivir también amando con gestos concretos de servicio y donación personal. Esta actitud es propia de quien siempre ha tenido Dios como punto de referencia fundamental y es consciente de que este es el mejor camino para acercarse a él.
La Eucaristía es el signo de la vida de Jesús, toda ella donación generosa y vivida por el bien de los demás. Celebrarla y recibirla es señal de que toda la comunidad, y cada uno de los que formamos parte, queremos ser transformados a imagen de Aquel que recibimos.
La Pascua se comía en familia y en actitud de ponerse a caminar. La Eucaristía en actitud de construir el Cuerpo de Cristo, que es la Iglesia. Y de disposición de hacer el camino de la vida siguiendo y acompañando el Señor y Maestro que vivió para servir. Su pregunta debe remover profundamente: "¿Comprendéis lo que acabo de hacer?"Si lo entendemos, como lo vivimos?