DOMINGO III DE ADVIENTO
Misa a las 12 del mediodía, cantada por los asistentes y con acompañamiento de órgano.
Como siempre, os agradecemos vuestra participación muy valiosa.
La comunidad cristiana de Sant Martí d'Empúries da la bienvenida y recibe con alegría a todos y a cada uno de los visitantes y participantes de cualquiera nacionalidad y religión.
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COMENTARIO:
Cuando la pradera florece de alegría
El conocido canto de entrada de la liturgia de hoy, tomado de una carta de Pablo (Fl 4,4), nos invita a vivir contentos porque el Señor está cerca. La alegría, pues, es la nota fuerte de este domingo, tan cerca de Navidad.
En sintonía con la lectura de Isaías, el pueblo de Israel exiliado en Babilonia, es invitado a emprender el retorno a Sión con cantos triunfantes de gozo y de alegría. No es la alegría de haber llegado a la ciudad santa, sino de hacer camino con el Señor. No es el gozo de haber-se establecido definitivamente en la patria, sino de verse pueblo rescatado y en marcha, a través del desierto, por la gloria y el poder de su Dios. Y si bien es una alegría para todo el mundo, el profeta lo acentúa especialmente para los más débiles y desvalidos, aquéllos que llevan heridas en el cuerpo y mutilaciones en el alma. Nuestro camino también pasa por el desierto, por terrenos escabrosos y parajes salvajes. A pesar de todo, es la hora de la alegría, del gozo y de la fiesta, porque el Señor está con nosotros y nunca nos abandonará. Y es esta alegría que tiene que hacer florecer la pradera de la Iglesia. ¡Si Dios mismo ha querido ser nuestro compañero de viaje, como no tenemos que estar contentos y alegres! El testimonio de la alegría es urgente y necesario para que el mensaje de Jesús confiado a la Iglesia sea creíble. Para que el hombre de hoy se abra a la Navidad del Señor y le dé acogimiento. No importa que seamos cojos, o mudos, o sordos, mientras estemos contentos en el Señor. Porque el Cristo que anunciamos ha venido a acompañarnos para curar a los ciegos, los leprosos, los sordos e inválidos y a dar la vida a los muertos. Y es éste nuestro verdadero motivo de estar contentos. Si lo aceptamos así, con sencillez, sin escandalizarnos ni querer imponer a Dios nuestros criterios o conveniencias o hacerlo a nuestra medida, recibiremos su dicha del Adviento.