Llega la Navidad dentro de mi cuerpo. Lo tengo embarazado y a punto de liberarse. ¡Que gracia sentirte, tu, mi Dios! jugando y temblando de vida humana. Dentro de mi, te estás haciendo cuerpo y sangre: tu cuerpo que te he ido tejiendo y tu sangre que se forma con la mía. ¡Que misterio más grande!
Me doy cuenta que servirte a ti, mi Dios, es darme cuerpo y sangre para ti. Dios, el gran Dios, pequeño dentro de mi te has hecho y me pides que tenga cuidado de ti. Me pides mi energía y todas mis fuerzas para ayudarte a hacerte hombre entre los hombres. Mi Dios tan amado, no podía imaginármelo hombre, niño… y ahora. Soy yo tu madre. Dios ha puesto dentro de mi su Espíritu, Su aliento sagrado ha gestado en mi maravillas.
Conviene que sea bien grande y fuerte para aceptar hacerse tan pequeño y frágil. Que confianza tienes en nosotros para abandonarte así entre mis brazos humanos. ¡Dios se abandona así a mí! ¡Dios mío! Me trastorna profundamente este pensamiento.
Yo, María…tan joven… Tu, mi niño, que eres mi Dios, te amo desde mi alma, te amo con todo mi corazón. Esta noche, quizás, te alumbraré… Yo, la pequeña María de casi nada, te alumbraré a ti, que eres la Luz eterna. No entiendo nada. Necesito meditarte…
No sabré como llamarte cuando oiré tu primer grito… pero ya se que sólo te diré: “¡Jesús…mi pequeño…te amo!” Y por un instante frágil, y maravilloso, me olvidaré que eres el Señor de todos. Y, entre lágrimas de cansancio y de alegría, besaré tu mejilla, tan tierna y fresca, con todo el amor de madre… y te diré: “¡Jesús mío…te amo!”, toda llena de emociones…
Y, en seguida, despertaré de nuevo y, con el corazón perplejo, te ofreceré a la vida… a todos… pero te guardaré en lo más sagrado del yo y te amaré para siempre, acompañándote de muy cerca o de lejos… vigilando a mi Dios creciente. ¡Jamás te fallaré! Mi corazón está lleno a rebasar esta noche, lleno de amor y de misterio… Duerme pequeño, necesitas dormir antes de comenzar la gran aventura… ¡Duerme dentro de mi Y escucha los latidos del corazón de tu madre!
PLEGARIA DE MARÍA mientras espera el nacimiento de Jesús. Cécile Roussel (desde Québec, Canadá)
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