Tenemos una misión a hacer,
aunque nos parezca insignificante,
como un granito de arena.
No se puede ser una piedra angular
si uno no se sabe granito de arena.
Solo se puede mirar
la inmensidad del mar,
cuando uno es, en la playa,
granito de arena.
A veces nos toca hacer proezas,
pero la maravilla
es el granito de arena de cada día.
A veces estamos tan cansados
que sólo podemos poner
el granito de arena.
El granito de arena es anónimo,
y soportan el peso del sufrimiento
las personas anónimas.
El granito de arena es ordinario,
y el amor lo hace extraordinario.
No será canonizado como santo:
demasiado humano, el granito de arena.
No se escribirá nada sobre él,
tan pequeño es el granito de arena.
Pero el Padre de ellos se complace en él,
el sencillo de corazón, el granito de arena.
Granito de arena pareció
el “sí” de María,
y en Nazaret cambió
el destino del mundo.
Granito de arena,
y menos que granito de arena,
pareció la muerte de Jesús.
¿Y qué es la fuerza del Espíritu,
a los ojos del mundo,
si no un granito de arena,
polvo que cautiva el viento?
Nosotros ponemos el granito de arena;
Dios se encarga de construir
la ciudad eterna de piedras preciosa.
Javier Garrido