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Triduo Pascual - Viernes SantoJesús muere en cruz por fidelidad al camino del amor de Dios. Nosotros, llenos de agradecimiento, le adoramos y proclamamos nuestra fe en él.
A las 5 de la tarde:
Memorial de la Pasión del Señor
Como siempre, os agradecemos vostra participación muy valiosa. La comunidad cristiana de Sant Martí d'Empúries da la bienvenida y recibe con alegría a todos y a cada uno de los visitantes y participantes de cualquier nacionalidad y religión. * * * * * Pasión de Nuestro Señor Jesucristo según San Juan (Jn 18,1 - 19,42) Dicho esto, Jesús se fue con sus discípulos al otro lado del torrente Cedrón, y entraron en un huerto. Judas, el que lo iba a entregar, conocía también aquel lugar, porque Jesús se había retirado allí muchas veces con sus discípulos. Judas, al frente de la tropa y de los guardias de los sumos sacerdotes y fariseos, fue allí con linternas, antorchas y armas. Y Jesús, que sabía todo lo que iba a sucederle, salió y les dijo: «¿A quién buscáis?». Respondieron: «A Jesús Nazareno». Jesús les dijo: «Yo soy». Judas, el traidor, estaba también con ellos. Así que les dijo «Yo soy», retrocedieron y cayeron en tierra. De nuevo les preguntó: «¿A quién buscáis?». Ellos dijeron: «A Jesús Nazareno». Jesús respondió: «Os he dicho que yo soy. Si me buscáis a mí, dejad que éstos se vayan». Para que se cumpliera la palabra que había dicho: «No he perdido ninguno de los que me confiaste». Entonces Simón Pedro, que tenía una espada, la sacó, dio un golpe al criado del sumo sacerdote y le cortó la oreja derecha. El criado se llamaba Malco. Jesús dijo a Pedro: «Mete la espada en la vaina; ¿es que no tengo que beber el cáliz que me da el Padre?» La tropa, el oficial y los guardias de los judíos prendieron a Jesús, lo ataron y lo llevaron primero a Anás, por ser suegro de Caifás. Éste era sumo sacerdote aquel año. Caifás era el que había asegurado a los judíos: «Conviene que muera un hombre por el pueblo». Simón Pedro y otro discípulo seguían a Jesús. Y este discípulo, como era conocido del sumo sacerdote, entró con Jesús en el atrio del sumo sacerdote; pero Pedro se quedó fuera, a la puerta. Salió entonces el otro discípulo, conocido del sumo sacerdote, habló a la portera y pasó a Pedro. Y la portera dijo a Pedro: «¿No eres tú también de los discípulos de ese hombre?». Y él le dijo: «No soy». Los criados y los guardias estaban en pie, calentándose, pues habían encendido fuego porque hacía frío. Pedro estaba también en pie calentándose con ellos. El sumo sacerdote preguntó a Jesús acerca de sus discípulos y de su doctrina. Jesús le respondió: «Yo he hablado públicamente a todo el mundo; siempre he enseñado en la sinagoga y en el templo, donde se reúnen todos los judíos, y nada he hablado en secreto. ¿Qué me preguntas a mí? Pregunta a los que me han oído qué les he dicho; ellos saben lo que yo he dicho». Al decir esto Jesús, uno de los guardias allí presentes le dio una bofetada, diciendo: «¿Así respondes al sumo sacerdote?». Jesús le contestó: «Si he hablado mal, demuéstramelo; pero si he hablado bien, ¿por qué me pegas?». Entonces Anás lo mandó atado a Caifás, el sumo sacerdote. Simón Pedro continuaba allí, de pie, calentándose. Le preguntaron: «¿No eres tú también de sus discípulos?». Él lo negó, diciendo: «No soy». Uno de los criados del sumo sacerdote, pariente de aquel al que Pedro cortó la oreja, replicó: «¿No te vi yo en el huerto con él?». Pedro lo negó otra vez. En seguida cantó el gallo. De casa de Caifás llevaron a Jesús al palacio del gobernador. Era de madrugada. Los judíos no entraron en el palacio para no contaminarse y poder comer la cena de la pascua. Pilato salió fuera y les dijo: «¿Qué acusación traéis contra este hombre?». Le respondieron: «Si no fuera un criminal, no te lo hubiéramos entregado». Pilato les dijo: «Pues tomadlo vosotros y juzgadlo según vuestra ley». Los judíos replicaron: «A nosotros no se nos permite condenar a muerte a nadie». Para que se cumpliera la palabra que había dicho Jesús, indicando de qué muerte iba a morir. Pilato volvió a entrar en el palacio, llamó a Jesús y le preguntó: «¿Eres tú el rey de los judíos?». Jesús respondió: «¿Dices esto por ti mismo o te lo han dicho otros de mí?». Pilato respondió: «¿Soy yo acaso judío? Tu pueblo y los sumos sacerdotes te han entregado a mí. ¿Qué has hecho?». Jesús respondió: «Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo, mis súbditos lucharían para que yo no fuera entregado a los judíos. Pero mi reino no es de aquí». Pilato le dijo: «¿Luego tú eres rey?». Jesús respondió: «Tú lo dices: yo soy rey. Yo para eso nací y para eso he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz». Pilato le dijo: «¿Y qué es la verdad?». Dicho esto, salió fuera otra vez y dijo a los judíos: «Yo no encuentro en él culpa alguna. Vosotros acostumbráis a que os suelte un preso por la pascua; ¿queréis que os suelte al rey de los judíos?». Entonces gritaron nuevamente: «¡A ése no! ¡A Barrabás!». Barrabás era un bandido. Entonces Pilato mandó azotar a Jesús. Los soldados trenzaron una corona de espinas, se la pusieron en la cabeza, le vistieron un manto de púrpura; se acercaban a él y le decían: «¡Viva el rey de los judíos!». Y le daban bofetadas. Pilato salió otra vez fuera y les dijo: «Ved que os lo saco para que sepáis que no encuentro en él culpa alguna». Jesús salió fuera, llevando la corona de espinas y el manto de púrpura. Pilato les dijo: «¡Aquí tenéis al hombre!». Los sumos sacerdotes y sus criados, al verlo, gritaron: «¡Crucifícalo! ¡Crucifícalo!». Pilato les dijo: «Tomadlo vosotros y crucificadlo, pues yo no encuentro culpa en él». Los judíos respondieron: «Nosotros tenemos una ley, y según esa ley debe morir, porque se hace hijo de Dios». Pilato, al oír estas palabras, tuvo aún más miedo. Entró de nuevo en el palacio y preguntó a Jesús: «¿De dónde eres tú?». Pero Jesús no le contestó. Pilato le dijo: «¿Por qué no me contestas? ¿No sabes que puedo darte la libertad o crucificarte?». Jesús le respondió: «No tendrías ningún poder sobre mí si no te lo hubiera dado Dios; por eso, el que me ha entregado a ti es más culpable que tú». Desde entonces Pilato buscaba la manera de dejarlo en libertad. Pero los judíos gritaban: «Si lo dejas en libertad, no eres amigo del césar; todo el que se hace rey va contra el césar». Pilato, al oír estas palabras, sacó fuera a Jesús y se sentó en el tribunal, en el sitio que llamaban «enlosado», en hebreo «Gábbata». Era la víspera de la pascua, hacia el mediodía. Pilato dijo a los judíos: «Aquí tenéis a vuestro rey».Ellos gritaron: «¡Fuera! ¡Fuera! ¡Crucifícalo!». Dijo Pilato: «¿Voy a crucificar a vuestro rey?». Los sumos sacerdotes respondieron: «No tenemos más rey que el césar». Y se lo entregó para que lo crucificaran. Jesús quedó en manos de los judíos y, cargado con la cruz, salió hacia el lugar llamado «la calavera», en hebreo «Gólgota», donde lo crucificaron. Con él crucificaron a otros dos, uno a cada lado, y Jesús en medio. Pilato, por su parte, escribió y puso sobre la cruz este rótulo: «Jesús Nazareno, el rey de los judíos». Muchos judíos leyeron la inscripción, porque donde Jesús fue crucificado era un sitio cercano a la ciudad; y estaba escrito en hebreo, en latín y en griego. Entonces los sumos sacerdotes de los judíos dijeron a Pilato: «No escribas "El rey de los judíos", sino que él dijo: "Soy rey de los judíos"». Pilato respondió: «Lo que he escrito, escrito está». Los soldados, después de crucificar a Jesús, se repartieron la ropa en cuatro partes, una para cada uno. Dejaron aparte la túnica, tejida de una pieza de arriba abajo sin costura alguna. Por eso se dijeron: «No debemos partirla; echémosla a suertes a ver a quién le toca». Para que se cumpliera la Escritura: Se repartieron mis vestidos y echaron a suertes mi túnica. Es cabalmente lo que hicieron los soldados. Estaban en pie junto a la cruz de Jesús su madre, María de Cleofás, hermana de su madre, y María Magdalena. Jesús, al ver a su madre y junto a ella al discípulo preferido, dijo a su madre: «Mujer, ahí tienes a tu hijo». Luego dijo al discípulo: «Ahí tienes a tu madre». Y desde aquel momento el discípulo se la llevó con él. Después de esto, Jesús, sabiendo que todo se había consumado, para que se cumpliera la Escritura, dijo: «Tengo sed». Había allí un vaso lleno de vinagre; empa-paron una esponja en el vinagre, la pusieron en una caña y se la acercaron a la boca. Cuando Jesús lo probó, dijo: «Todo está cumplido». E, inclinando la cabeza, expiró. Como era la víspera de la pascua, para que no quedaran los cuerpos en la cruz el sábado -pues era un día muy solemne-, los judíos rogaron a Pilato que se les quebraran las piernas y los quitaran. Los soldados fueron y quebraron las piernas a los dos que habían sido crucificados con Jesús. Al llegar a Jesús y verlo muerto, no le quebraron las piernas; pero uno de los soldados le traspasó el costado con una lanza, y al punto salió sangre y agua. El que lo ha visto da testimonio de ello, y su testimonio es verdadero; y él sabe que dice verdad, para que vosotros creáis. Todo esto sucedió para que se cumpliera la Escritura: No le quebrarán hueso alguno. Y también otra Escritura que dice: "Verán al que traspasaron". José de Arimatea, que era discípulo de Jesús, aunque lo tenía en secreto por miedo a los judíos, pidió a Pilato que le dejara llevar el cuerpo de Jesús. Pilato se lo permitió. Fue y se llevó el cuerpo de Jesús. Llegó también Nicodemo, aquel que anteriormente había estado con él por la noche, con unas cien libras de una mezcla de mirra y de áloe. Se llevaron el cuerpo de Jesús y lo envolvieron en lienzos con aromas, como acostumbraban los judíos a sepultar. En el lugar donde fue crucificado había un huerto, y en el huerto un sepulcro nuevo, en el que nadie había sido sepultado. Como el sepulcro estaba cerca y tenían que preparar la fiesta del día siguiente, pusieron allí a Jesús. |